Orellana y la búsqueda del Dorado

 





Orellana y la búsqueda del dorado



Cuando hablamos de la conquista de América, muchas veces es difícil ponernos en la piel de lo que pasaron esos personajes y de lo que se vivió allí. Tendemos equivocadamente a ver los hechos con una visión del presente, pero para entenderlo tenemos que entrar en una sociedad muy distinta a la nuestra.


La sociedad del S.XVI


En 1492 se descubre un nuevo continente por casualidad. Se buscaba una vía rápida atravesando el mar a las tierras de las especias, que eran las sustancias más preciadas en esa época, sin saber que había todo un continente inmenso y sin explorar en medio de Europa y Asia.


España estaba en guerra con medio mundo. La corona gastaba todo su dinero en mantener tropas luchando y la mayor parte de la sociedad sobrevivía con lo básico. Era la época en la que se popularizó el dicho de contigo pan y cebolla que era la comida básica de gran parte del pueblo


El descubrimiento de estas nuevas tierras y sus recursos suponían dinero para la corona pero también una oportunidad para muchos de hacer fortuna y salir de la pobreza. Por ello muchos se aventuraban a explorar estos nuevos territorios, a pesar de que su vida corriera peligro, ya que tenían poco que perder y por las noticias un poco trastocadas que llegaban de allí, mucho que ganar.

Sin periódicos, radios o televisiones, las noticias de lo que allí se había descubierto corrían de boca en boca como en el juego del teléfono estropeado, magnificándose cada vez más. Historias como la tierra de la canela, la fuente de la eterna juventud o El dorado nos hablan de una tierra tan rica en oro, que existía un cacique el cual todos los días se untaba de una resina y luego era rociado con polvo de oro.

Al anochecer se subía a una barca y se bañaba en un lago dejando todo ese oro flotar sobre las aguas. Imaginad a los españoles que escuchaban esta historia mientras daban cuenta de las pocas viandas del día


Está claro que algunos de los locos que fueron eran hombres con alto liderazgo, porque estar a cargo de un montón de hombres busca fortunas y que te obedecieran no era fácil y ese fue el caso de nuestro superhéroe de hoy Francisco de Orellana






El viaje de Orellana


La epopeya amazónica de Orellana empezó en 1541, cuando Gonzalo Pizarro, el hermano menor del conquistador del Perú, se lanzó en busca del «país de la canela», un territorio fantasmagórico como El Dorado, que, según le habían comunicado algunos indios peruanos, se hallaba en las sierras del interior del continente.

La canela era una de las especias más preciadas de la época, y los españoles soñaban con encontrar bosques enteros que los hicieran ricos de un día para otro.

Con ese objetivo, Pizarro organizó un ejército de 200 españoles, además de 4.000 indios reclutados como porteadores, caballos, perros y 7000 cerdos que servirán de alimento. Recordemos que no había neveras y por eso era mejor llevar el alimento lo más fresco posible


Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana eran los dos de Trujillo primos para más inri.

Los dos comenzaron su andadura por las tierras americanas muy jóvenes. De hecho Orellana había perdido ya un ojo por culpa de una flecha a los 17 años ganándose el poco original apelativo del tuerto.

En 1941 Orellana se une a la expedición de Pizarro


Orellana, partió de Guayaquil por su cuenta y desde el Pacífico, ascendió hasta Quito que se encuentra a casi 3000m de altura. Cuando llegó vio que la expedición ya había salido, así que marchó al encuentro de Gonzalo Pizarro hasta que lo alcanzó.



El camino fue terriblemente duro, los expedicionarios bajaron a la selva ecuatoriana, pero al llegar al río Coca, en vez de oro y canela, se encontraron con hambre y confusión.

Una crecida del río acabó con gran parte de los víveres hasta el punto de que tuvieron que comerse sus propios perros y caballos y hasta la suela de sus botas. Dicen que el hambre era tan atroz que algunos hombres comían raíces tóxicas a pesar de saber que tras su ingesta morirían

La situación de los españoles era tan desesperada que Pizarro mandó a Orellana en busca de comida con el bergantín San Pedro, un navío que habían construido los mismos expedicionarios


Orellana partió con 58 hombres por un río extremadamente caudaloso que además confluía con el río Napo. Esto provocaba que sus aguas fueran increíblemente rápidas, de hasta diez kilómetros por hora.

Tras nueve días de peligrosa navegación en el que escuchaban tambores pero no conseguían ver a nadie y con miedo a bajar del barco por la posibilidad de que los indios que encontraran no fueran amistosos, se decidieron a plantar su campamento en territorio de un reino indígena conocido como Aparia, pensando que quizá Pizarro resolviese llegar por tierra hasta allí.

       


Los Aparia


Los Aparia les alojaron y les dieron víveres.

Llegaron a la conclusión de que no podían regresar al campamento de Pizarro, las rápidas aguas se lo impedirían.

Habían tardado nueve días en recorrer lo que se convertiría en más de un mes contracorriente, así que se sometió a votación que intentarían seguir la ruta del río con la esperanza de llegar al mar.


Nada sabía Orellana entonces de las dimensiones del territorio que atravesaban

Durante el tiempo que estuvieron con los Aparia, Orellana interroga al cacique sobre el dorado y la tierra de la canela sin obtener respuesta.

El Cacique viendo que los Españoles no tenían ninguna intención de dejarles hasta obtener una respuesta satisfactoria decidió engañarles diciendo que esas tierras estaban río abajo, lejos, muy lejos.

Supongo que lo vieron como única posibilidad de librarse de esos tipos raros que estaban esquilmando de víveres su aldea


Mandó construir un segundo bergantín, el Victoria, haciendo clavos de cualquier herraje que tuvieran sus hombres, y a continuación les comunicó su decisión: seguirán adelante.

En ese momento Orellana dejó de ser lugarteniente de Pizarro, pues sus hombres lo legitimaron como jefe por votación.

Fray Gaspar de Carvajal, trujillano como Orellana , iba tomando notas de aquel viaje fabuloso siguiendo el flujo del río y gracias a él conocemos lo que aconteció durante esta travesía

La odisea amazónica de Orellana cubrió centenares de leguas de aguas zigzagueantes e ignotas.

En algunos poblados, los indios les eran favorables y les daban huevos de tortuga para alimentarse, pero en otros les recibían a flechazos.

Los viajeros pronto se vieron hostigados por canoas de indios vestidos con cueros de lagartos (caimanes), de manatíes (vacas marinas) y de dantas (tapires). Los indios se presentaban con gran griterío y estruendo de trompetas de palo. En una incursión en busca de comida, Maldonado y otros nueve soldados se dedicaron a coger tortugas, de las que capturaron casi mil, pero entonces dos mil indios, según Carvajal, les atacaron con furia y a Maldonado le atravesaron el brazo.

Los españoles pasaban hambre porque los indios les impedían abordar las orillas del río para abastecerse.

No hay que olvidar que además tuvieron que luchar contra la malaria, los caimanes, las mantas raya de río cuya picadura provoca siete días de insufrible dolor, las pirañas, los pequeños murciélagos vampiro y algunos parásitos como gusanos y una especie de garrapata que se introduce bajo la piel y se agarra a la carne haciendo que sea muy difícil librarse de ellas produciendo graves escozores. Todo esto con una humedad y calor sofocante y rodeados de una selva, que pese a ser frondosa no cuenta con mucho alimento debido a que las fuertes lluvias arrastran los minerales de la tierra. Todo lo que de comer da el amazonas tiene que ser plantado

Cazaban y pescaban como podían con sus ballestas y como decía Carvajal “Las ballestas nos dieron la vida”

En otra ocasión, en Oniguayal, resolvieron tomar el poblado sito en una loma con sus arcabuces y ballestas. Al final se aprovisionaron de un bizcocho muy bueno, es decir, de pan de cazabe.


Pero si bien es verdad, Orellana evitaba en todo lo posible su enfrentamiento con las tribus indígenas, a pesar de las ballestas y los arcabuces su desconocimiento del terreno y sus ropas les dejaban en franca desventaja frente a los arcos, cerbatanas y flechas envenenadas con curare.

En su travesía recorrieron el Río Marañón, el cual se les antojó como uno de los tres ríos del paraíso y el Río Trinidad que tenía tres grandes islas

Conocieron pueblos y se asombraron por la loza vidriada de los indios, que les pareció tan buena como la de Málaga, y por sus enormes ídolos tejidos de plumas. Las gentes tenían grandes orejas dilatadas, como los orejones del Cuzco. le contaron que el rey de Paguana era rico en plata y poseía ovejas como las del Perú.

Orellana no encontró oro ni vicuñas en el Amazonas, sino piñas, aguacates o guanas (tal vez guanábanas o guayabas) y también exploró las islas del Cacao.

Según Carvajal, el río en aquella zona tenía tal anchura que había momentos en que no se divisaba la orilla opuesta.

Atravesaron el Río Negro llamado así hasta nuestros días porque sus aguas las divide una linea perfecta y una mitad es clara y la otra negra como el carbón
               



LAS MUJERES MISTERIOSAS


Y llegamos a una parte teñida de misterio entre la realidad y el mito

Fray Gaspar de Carvajal cuenta cómo en la mañana del 24 de junio, día de San Juan, fueron atacados por un grupo de amerindios encabezado por unas feroces guerreras que iban desnudas y con el pelo trenzado sobre la cabeza y que eran tan diestras con los arcos, que los barcos parecían puercoespines de la cantidad de flechas que tenían clavadas.

Estaban seguidas de otros indios, a uno de los cuales pudieron hacer prisionero.


Este contó a Orellana que existían 70 tribus de estas mujeres y que su reina era Colori. Todas las tribus de alrededor las rendían tributo para que no les atacaran.

Orellana sorprendido le preguntó, que si no vivían barones entre ellas como parian. El indio le contó que cuando querían atacaban a los pueblos de alrededor y que se llevaban a los hombres a vivir entre ellas hasta que quedaban embarazadas y luego les dejaban volver a sus poblados.

Si el hijo nacía niño lo mataban y si nacía niña la criaban como guerrera desde pequeña.

Orellana, que era hombre ilustrado, que sabía varias lenguas entre ellas el latin y se había preocupado de aprender algunos dialectos de los indios que encontraban recordó el mito griego de las amazonas y decidió llamar así a estas mujeres y al río en el que les habían atacado. El Río Amazonas


Durante las semanas siguientes, los españoles, al tiempo que debían seguir defendiéndose de los indígenas, pudieron ver «muy grandes provincias y poblaciones», hasta que empezaron a notar las mareas que indicaban que estaban cerca del mar, lo que no sabían es que las mareas llegaban hasta 200 km río adentro y el 6 de agosto llegaron a una playa, la primera del estuario del Amazonas.

Por fin, el 26 de agosto salieron del río. Carvajal calculó que habían recorrido 1.800 leguas «antes más que menos», es decir, en torno a unos 7.500 kilómetros.

El caudal medio del Amazonas es de 157.000 metros cúbicos por segundo (el del Ebro es de 500). un éxito indiscutible en una Amazonia virgen como la de 1542.

                    



¿Qué pasó con Gonzalo Pizarro?

Lo que no sabía Orellana es que había ocurrido lo imposible.

Pizarro, creyendo que Orellana había muerto emprendió el regreso a Quito.
Consiguió salvarse pero cuando descubrió que Orellana había sobrevivido lo acusó de traición.


Cuando llegó a España fue sometido a un juicio.El dominico fray Gaspar de Carvajal, tomó partido por su paisano, argumentando que no podían volver al campamento de Gonzalo Pizarro a causa de la corriente y que no habían encontrado ni encontrarían tanta comida como para abastecer tamaña hueste. El resto de los expedicionarios firmaron un documento afirmando que hubiera sido imposible el regreso y Orellana quedó absuelto


El final de Orellana


Podríamos pensar que Orellana se retiró a Trujillo a vivir lo que le quedaba en tranquilidad, sería lo lógico, pero como estos hombres estaban hechos de otra pasta, Orellana regresó con su mujer a América desapareciendo sin que nunca se encontrara su cuerpo en algún lugar de la selva del Amazonas.



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